Las cosas también cambian en terrenos más agrestes. La siembra de quinua no será igual en el Altiplano, después de la innovación que desarrolló Juan Carlos Aroni, técnico de Naciones Unidas, convencido de que la agricultura de conservación es posible. 

La siembra de quinua se realiza en suelos arenosos y franco arenosos, con alta permeabilidad y vulnerabilidad a la erosión eólica. En la última década, el desafío ha sido lograr sostener la producción sin dañar el suelo, es decir, con labranza cero. 

Con esa consigna, Juan Carlos decidió modificar una máquina sembradora de cereales y leguminosas, como la sémola, cuya semilla es parecida a la de la quinua. Ajustó el disco de distribución de semilla para que se pueda sembrar a golpe y no en hilera, y modificó la herramienta para que la apertura de surco sea delicada y superficial, sin tocar el suelo húmedo del subsuelo, logrando que el sistema de distribución de semilla se haga a ese nivel. 

El técnico también cambió el sistema de distribución de abono y logró hacer que la máquina tape el surco tras depositar la semilla. Le tomó un año este trabajo, días y noches en terreno, lejos de la familia y resignando su descanso. 

Sin embargo, el resultado es que ahora el país cuenta con una propuesta que permite la conservación del suelo, con mínima labranza y ahorro de tiempo, porque se siembra en tres hileras simultáneamente y con incorporación de abono para una producción más sostenible y cuidando el medio ambiente. La sembradora ha sido nombrada con el código del proyecto que le dio respaldo, es la sembradora 3708. Pero bien debiera llamarse Aroni, el apellido del hombre que le puso corazón a un proyecto que sueña y apunta al paradigma de la conservación.