En la fábrica de quesos artesanales que Guillermo Heberger tiene en Santa Cruz, el aire está lleno del aroma tentador del queso parrillero recién elaborado. Se trata de un queso tradicional de Venezuela.
Mes a mes, en su trabajo, él transforma la leche fresca en más de 1.500 unidades de queso artesanal que luego vende a una clientela cada vez mayor en todo el país. “Estamos preparados para trabajar, integrarnos a la economía local y mejorarla”, dice Guillermo, enfatizando las contribuciones positivas que los migrantes hacen en sus nuevas comunidades.
Su vida dio un gran giro cuando se fue de Caracas en 2017, y la vibrante ciudad industrial de Santa Cruz, en Bolivia, se presentó como una oportunidad para reinventarse.
Guillermo es uno de los 23 migrantes a los que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) apoyó para que participen en la Fexpocruz 2024, la mayor feria comercial internacional de Suramérica, con un stand de emprendimientos que recibió a potenciales clientes de todo el mundo.
Tras su participación en la feria, la producción de Guillermo casi se ha duplicado. “Los migrantes no son una amenaza. Todos tenemos sueños y capacidades y deben considerarlos como un capital humano de gran valor para las comunidades que nos albergan”, enfatiza.