En Turco, un municipio del altiplano orureño, Roberta Rivera revisa los anuncios en línea para la venta de paquetes de 500 g de charque, como se conoce localmente a la carne seca de llama. “A veces nos mandan mensajes desde Chile y nos preguntan ‘cuánto’”, dice Roberta. Y es que el marketing digital ha venido a revolucionar a este colectivo productor de embutidos de carne de llama, y ahora sus habilidades de venta han mejorado.
Al igual que la comercialización, la deshidratación de la carne de llama es un proceso que Roberta emprendió recientemente, cuando la Asociación de Productores Agropecuarios de Turco (APAT) compró nuevos equipos a través del programa ProCamélidos, el cual ayuda a las comunidades que dependen de la crianza de llamas a sacar más provecho de sus productos para elevar sus ingresos y mejorar sus medios de vida.
Ahora, ella y sus socias trabajan en todo el proceso: moler la carne, machacarla antes de que entre en la máquina de deshidratación y, finalmente, pesarla y empaquetarla de acuerdo con los estándares de seguridad alimentaria. “Siempre fueron los hombres quienes trabajaban, pero hoy en día nosotras también contribuimos al ingreso familiar”, afirma con orgullo Roberta.
El programa ProCamélidos ha invertido 38 millones de dólares de forma conjunta entre el Gobierno boliviano y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), y ha llegado a más de 18 mil familias, con el fin de aumentar la productividad, mejorar la inserción en los mercados, fortalecer la resiliencia climática y la nutrición en el entorno rural boliviano.
