A los tres años, Rocío no podía caminar y sus padres descubrieron que sufría las secuelas de la poliomielitis, una parálisis que afectaba una de sus piernas. Nacida en 1979, durante la última epidemia de polio en Bolivia, Rocío no fue vacunada debido a la desinformación de sus padres.
La poliomielitis es una enfermedad viral grave que puede prevenirse con la vacunación, pero una vez adquirida, no tiene cura. A los nueve años ingresó a un hogar de acogida hasta la mayoría de edad. A pesar de someterse a varias operaciones y usar zapatos ortopédicos y muletas, su movilidad seguía siendo limitada.
La discriminación y los prejuicios agravaron su situación, llevándola a una profunda depresión durante su adolescencia.
Rocío es madre y abuela, y lucha por crear conciencia sobre la importancia de la vacunación. La pandemia de COVID-19 ha hecho retroceder las coberturas de vacunación, aumentando el riesgo de reaparición de enfermedades prevenibles como la polio.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha alertado sobre esta situación preocupante. Ella comparte un mensaje contundente: “Hagan vacunar a sus hijos desde bebés. No quiero que nadie pase por lo que yo pasé”. Su nieta ha recibido todas las vacunas, incluida la de la polio, que debe administrarse en una serie completa a los infantes para garantizar su inmunidad.