Verónica Villa es una joven de Santiago de Callapa, en La Paz, donde unas 7.000 personas habitan el frío paisaje altiplánico, a 3.800 metros sobre el nivel del mar. Es Secretaria de la Confederación de Mujeres “Bartolina Sisa” y forma parte de un grupo de mujeres que aprendió a operar los paneles solares que se instalaron recientemente en su comunidad para mejorar el acceso a la electricidad y el agua.

Desde la instalación de los paneles solares, los agricultores y las agricultoras han logrado aumentar significativamente el rendimiento de cultivos como la papa y la cebada, debido a la disponibilidad de recursos hídricos destinados para el riego. “Gracias a este panel solar, todo es natural. Podemos tener agua solo con la luz del sol”, dice Verónica. Ella es una de las muchas mujeres de las comunidades rurales de Bolivia que ha aprendido a manejar y mantener sistemas de energía solar para abastecer de agua a su comunidad.

La instalación de paneles solares contó con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a través de Climate Promise, Practical Action y el Gobierno de Bolivia. Esta iniciativa ofreció soluciones de energía limpia a tres comunidades de menos de 10.000 habitantes: Santiago de Callapa, en La Paz; Arani, en Cochabamba, y Yapacaní, en Santa Cruz.

Evaluar y comprender las percepciones socioculturales en torno al cambio climático y los roles de género en estas comunidades específicas fue imprescindible para conseguir el apoyo de la alcaldía y organizaciones locales, que ayudaron a implementar la iniciativa.

El proyecto organizó sesiones de formación con 380 mujeres para el uso y mantenimiento de la tecnología, además de prepararlas para participar en los procesos de toma de decisiones de la comunidad. “Las mujeres están despertando”, comenta Verónica. “Este proyecto me dio esperanzas de volver. Tenemos derechos y debemos seguir adelante”.

Se ofreció a 14 organizaciones de las tres comunidades una tecnología híbrida que combina energía solar y convencional para bombear agua. Se brindó herramientas para reforzar la eficiencia de los sistemas de riego, lo que redundó en beneficios económicos para las familias, gracias a la reducción de los costos de producción. Además, surgieron nuevas oportunidades de subsistencia, como la piscicultura y los cultivos no tradicionales.